El Parque Natural Bahía de Cádiz es un espacio joven, pero con una intensa vida a sus espaldas. Su historia, ligada estrechamente a la del ser humano, ha quedado grabada en su paisaje, su biología y su cultura. Son memorias del pasado que nos dibujan también un futuro.
El bloque Memorias te propone un recorrido por la memoria de la Bahía de Cádiz, desde los tiempos más remotos hasta el espacio que hoy conocemos.
Ya en el siglo III antes de Cristo los fenicios gaditanos acuñaron monedas que representaban en su anverso a Helios, dios del sol, y en el reverso dos atunes. Los motivos utilizados por los antiguos gaditanos muestran la importancia que las pesquerías de atún y sus salazones tenían para la economía y su estrecha relación con el comercio de Gadir.
Saber salinero
Desde los albores de la Historia, la obtención de sal ha debido acompañar a la humanidad. Pero es el descubrimiento de sus propiedades para la conservación de alimentos lo que provoca la necesidad de producir sal en cantidades considerables. Las salazones garantizaban tener alimento a lo largo del año y poder comerciar con él a largas distancias.
Los tartesios obtenían sal evaporando agua de mar en cazuelas de cerámica calentadas al fuego. Fabricaban así bloques de sal apropiados para su transporte y comercio. En la marisma podían obtener agua con mayor concentración de sal.
A comienzos del primer milenio a.C., la Bahía de Cádiz llegó a constituir un importante emporio comercial, nodo de conexión de las rutas atlánticas con el comercio mediterráneo. Tartessos y los fenicios de Gadir controlaban ese comercio, en el que la sal desempeñaba un importante papel. Los gaditanos de la época navegaban hasta las Casitérides (Islas Británicas) para comerciar con la sal que se producía en la Bahía, trocándola por plomo y estaño para la industria metalúrgica de Tartessos.
El oficio de salinero ha estado presente en la Bahía de Cádiz desde hace más de tres mil años. El salinero ha dado forma al paisaje de las salinas, creando complejas estructuras y desarrollando refinadas técnicas para sacar de ellas el máximo provecho. Un conocimiento que ha ido evolucionando con los siglos, transmitido generación a generación.
A partir de los siglos VI y V a.C., las salazones gaditanas sufren un fuerte auge y alcanzan gran fama en todo el Mediterráneo. Los fenicios habían establecido pesquerías a lo largo de la costa gaditana, ligadas al paso migratorio del atún rojo. Asociada al fuerte auge de la industria del pescado salado, la producción de sal de la Bahía de Cádiz debió experimentar también un considerable incremento.
Los fenicios crearon salinas solares de un solo estanque excavado en el fango de la marisma. Las especiales condiciones climáticas y de marea de la Bahía de Cádiz propiciaron este importante avance tecnológico.
Los tartesios obtenían sal evaporando agua de mar en cazuelas de cerámica calentadas al fuego. Fabricaban así bloques de sal apropiados para su transporte y comercio. En la marisma podían obtener agua con mayor concentración de sal.
A partir de los siglos VI y V a.C., las salazones gaditanas sufren un fuerte auge y alcanzan gran fama en todo el Mediterráneo. Los fenicios habían establecido pesquerías a lo largo de la costa gaditana, ligadas al paso migratorio del atún rojo. Asociada al fuerte auge de la industria del pescado salado, la producción de sal de la Bahía de Cádiz debió experimentar también un considerable incremento.
Los fenicios crearon salinas solares de un solo estanque excavado en el fango de la marisma. Las especiales condiciones climáticas y de marea de la Bahía de Cádiz propiciaron este importante avance tecnológico.
Durante el periodo de dominación romana, a partir del siglo III a.C., la industria de salazones alcanzó su máximo esplendor. Además del pescado salado, era muy apreciado el garum, una salsa preparada con restos de pescado macerados con gran cantidad de sal. Para los romanos, la sal era un elemento imprescindible para la creación del Imperio y el Estado ejercía el monopolio sobre ella, controlando su precio y condiciones de compra-venta.
Los romanos desarrollaron y extendieron a todo el Imperio el sistema fenicio de salinas excavadas en el fango de la marisma. Para acelerar el proceso, calentaban la salmuera obtenida en vasijas de barro al fuego.
Durante la Edad Media, el uso andalusí de la sal era muy amplio, abarcando técnicas de conservación de alimentos, preparados medicinales o las industrias del cuero y tintorera. Las salinas de la Bahía debieron mantener, por ello, una gran importancia en Al-Andalus.
En este periodo tuvo lugar un gran avance técnico para la obtención de sal. En lugar de retener el agua de mar en un solo estanque artificial y esperar que el sol la evaporase, los andalusíes crearon salinas de varios estanques sucesivos, lo que permitía concentrar paulatinamente la salmuera hasta su cristalización acelerando enormemente la producción de sal.
A partir de la conquista de Cádiz en el siglo XIII, las salinas pasaron a ser propiedad de la Corona de Castilla, que ostentaba el monopolio de la producción y el comercio de la sal.
Las almadrabas de la provincia consumían la mayor parte de la sal producida en la Bahía de Cádiz, tal era la cantidad de atunes que se pescaban. A pesar de ello, las salinas ocupaban aún una extensión reducida de la marisma y no se produjeron cambios técnicos significativos.
En los siglos XVIII y XIX, la mayor parte de las marismas de la Bahía de Cádiz se transforman en salinas. El crecimiento de la exportación de sal y la abolición del monopolio estatal provocan este auge salinero.
Durante este periodo cumbre de la actividad salinera en la Bahía de Cádiz, se desarrolla el sistema de salina mareal que ha llegado hasta nuestros días, perfeccionándose su estructura y manejo. Las salinas de la Bahía de Cádiz, las más productivas de la época, llegaron a producir el 20% de la sal nacional.
En el siglo XX, se produce el abandono paulatino de la mayor parte de las salinas, debido a la pérdida de su rentabilidad económica. A pesar de ello, la producción de sal en la Bahía de Cádiz se mantiene. En la actualidad, conviven en ella salinas artesanales, que mantienen un funcionamiento esencialmente manual, con grandes explotaciones industriales, totalmente mecanizadas.
Las salinas industriales supusieron un gran cambio en las dimensiones y configuración de la salina y en el modo de explotación. Una moderna salina industrial es unas 10 veces más grande que las artesanales. La captación y el movimiento de agua se realizan con bombas y la extracción y procesado de la sal están totalmente mecanizadas.
Con altas dosis de curiosidad e inventiva, los artesanos salineros han suplido la escasez de materiales de la marisma, creando multitud de ingeniosos artilugios y herramientas para facilitar el duro trabajo en la salina. En esta escenografía te presentamos maquetas a escala de algunas de ellas.
La conservación de la salina dependía en gran medida de la resistencia de la vuelta de afuera, que la aislaba de la acción de la marea. Para sostener la vuelta de afuera, construida de fango y piedras, se utilizaban como armazón viejas barcas y estacas de madera clavadas en el fango. Las estacas eran de eucalipto, la madera más barata y accesible, y podían medir hasta 12 o 15 metros. Para clavar las estacas en el fango se golpeaba con el martinete, una gran maza manejada por cuatro hombres.
Los temporales del invierno deterioraban los muros, vueltas y tajos, por lo que las tareas de reparación eran imprescindibles antes de comenzar la producción. Para ello se utilizaban diversas herramientas: la carretilla y la parihuela para el transporte de piedras y tierra; el martillo para dar la forma adecuada a las piedras y encajarlas en el muro de la vuelta de afuera; las palas para limpiar y reparar las vueltas y los tajos.
Tras la temporada de producción, se realizaba el vaciado y la limpieza del estero. Para evitar que se escapara el pescado al abrir la compuerta de marea, se colocaba en ella un marco con una red.
Para el vaciado completo del estero se empleaba el cañón de desagüe, un conducto de madera que atravesaba la vuelta de afuera y estaba situado a un nivel más bajo que la compuerta.
Para vaciar las vueltas y lucios, que están a una altura más baja que el estero, se utilizaba el combero, con el que se lanzaba agua hacia atrás en el circuito de la salina.
La producción de pescado y marisco en el estero dio lugar a numerosos útiles de pesca, adaptados o creados expresamente para las necesidades concretas de este medio. Con la red de despesque, manejada entre dos hombres, se barría el estero al final del otoño, capturando todos los peces que habían engordado en él desde la primavera. Los zalabares son cestos de red soportados por un aro y se utilizaban para transportar el pescado conseguido. Con la reliquia se pescaban chocos y langostinos en los caños y la camaronera se sumergía en el estero desde la vuelta de afuera para atrapar camarones.
Las salinas artesanales basan su funcionamiento en hacer circular el agua por etapas en compartimentos consecutivos. Para ello, los periquillos o largaderos, pequeñas compuertas que comunican los diferentes compartimentos de la salina, son la pieza clave.
Para empezar a cristalizar sal, el tajo se llena de salmuera haciendo un agujero con el horadador en el pequeño muro que lo separa de la cabecera o canal que lo alimenta de agua.
La primera sal que cristaliza se utiliza para formar una capa muy dura en el fondo del tajo, de manera que la sal que se produzca después no se ensucie de fango. Para formar esta dura capa de fondo, la superficie de sal se pule con la vara y la tabla de rascar.
La vara es la principal herramienta en el tajo. Mide unos 12 o 14 metros y en su extremo se coloca la tabla para sacar la sal del tajo. Antes de esto, se utiliza una azada para romper la costra de sal cristalizada.
Tradicionalmente, los burros, provistos de serones de esparto, transportaban la sal desde los tajos al salero, donde se acumulaba en un gran montón. Para acortar el camino, se construían pequeños puentes que cruzaban las vueltas, cubiertos con viejos serones para evitar que los burros resbalaran.
Una vez terminada la cosecha, la sal se cargaba en los barcos utilizando la parihuela de cajón, que tenía una capacidad estándar de 33 kilos. De esta manera se podía contabilizar la producción de cada salina.
Para cargar la sal se utilizaban distintos tipos de palas: la grande para cargar los burros en los tajos, la pequeña en el montón, la de hierro para estibar la carga en los barcos…
Algunos útiles tenían por objeto hacer más llevaderas para los trabajadores las duras condiciones ambientales de la salina
El agua dulce era el bien más preciado en la salina. Junto a los tajos, nunca faltaba un buen cántaro con agua para que los trabajadores, expuestos todo el día al sol abrasador del verano, pudieran beber.
Para protegerse de la elevada humedad de la salina o de la lluvia, los trabajadores utilizaban un capote hecho de lona impermeabilizada con aceite de linaza.
El chorlitejo patinegro se alimenta con la vista. Con su pequeño pico y sus cortas patas, corretea por el fango al acecho de los pequeños animalitos que se mueven por su superficie. También se alimentan de esa forma otros chorlitejos y chorlitos.
Memorias de las marismas
Hasta hace unos siglos, la marisma era el paisaje dominante de la Bahía de Cádiz. El equilibrio entre el constante flujo de la marea y el crecimiento de vegetación se traducía en una compleja red de caños.
Desde entonces, los seres humanos hemos modificado este espacio para sacarle provecho. Estas transformaciones han dejado profundas huellas en el fango que nos ayudan a hacer memoria.
Durante los siglos XVIII y XIX, la mayor parte de la marisma fue transformada en salinas, quedando así aislada de la dinámica de la marea y de sus ritmos. En las salinas, los niveles de agua se mantienen constantes, dependientes de un manejo artificial y de los ciclos estacionales. Además, las salinas supusieron un aumento de la salinidad respecto a la marisma natural. Estos cambios favorecieron a determinadas especies, como las aves acuáticas, que encontraron en las salinas condiciones más estables para anidar y alimentarse. Pero ello depende de que se mantenga la actividad salinera.
En el siglo XX, la crisis salinera supuso el progresivo abandono de las salinas. Con ello, se abandona también el manejo del agua y las tareas de mantenimiento de las salinas, provocando su degradación: estancamiento del agua, aterramiento de los estanques, rotura de muros… Las aves acuáticas, que se favorecieron de la creación de las salinas, se ven ahora perjudicadas por su deterioro. Las poblaciones de aves del Parque Natural necesitan que las salinas sigan vivas.
Durante el siglo XX, más de 5.000 hectáreas de marisma fueron desecadas infructuosamente con fines agrícolas. Los caños mareales fueron cortados y se crearon redes de drenaje para facilitar la salida del agua. A pesar de ello, la alta salinidad de estos terrenos imposibilitó su uso agrícola y han dado lugar a eriales en los que la vegetación de marisma ha desaparecido. Pero aún se conserva el dibujo de los caños mareales, cuya reinundación podría devolver la vida a este espacio.
En el último tercio del siglo XX, miles de hectáreas de marisma sucumbieron bajo el hormigón de la ciudad mal entendida, los polígonos industriales y las infraestructuras portuarias y de transporte. Los avances técnicos han posibilitado superar un obstáculo de siglos: la inestabilidad de los terrenos marismeños que había dificultado el asentamiento humano en ellos.
Actualmente, la principal producción de sal de la Bahía de Cádiz se realiza en unas pocas salinas muy mecanizadas. En ellas, las bombas eléctricas han sustituido a la marea para suministrar el agua y las múltiples tareas manuales que requería la salina artesanal son ahora realizadas por enormes máquinas. Las grandes balsas de cristalización han sustituido la complejidad laberíntica de las salinas tradicionales, reduciendo la diversidad de su paisaje.
En las últimas décadas, gran parte de las antiguas salinas han sido transformadas para el cultivo de peces. El descenso de la demanda de sal convirtió el pescado de estero en el único producto rentable de las salinas. Aunque muchas salinas han seguido realizando un cultivo extensivo tradicional, otras han sido transformadas en estanques independientes y profundos para la producción intensiva de pescado. La diversidad de niveles de agua y la variabilidad estacional han desaparecido. La mayor profundidad de los estanques impide la alimentación en ellos de las aves limícolas y ha favorecido, en cambio, la proliferación de aves que se alimentan de peces.
La marisma es un sistema joven y dinámico, que conserva en su memoria su forma original. Cuando la marea vuelve a actuar en salinas abandonadas cuyos muros se han roto, la red dendrítica de los caños vuelve a dibujarse espontáneamente. Poco a poco, se recupera la estructura natural de la marisma. Así, la recuperación de los espacios transformados es posible a una escala de tiempo humana. Sólo es necesario romper los muros.
La voz de la experiencia
Algunos ambientes del Parque Natural tienen ya una edad y nos muestran cómo podría ser el paisaje del futuro dentro de cientos, miles o incluso millones de años. Escucha a los mayores.
Los islotes rocosos de la Bahía de Cádiz tienen gran antigüedad. Están formados por roca ostionera, un conglomerado de arenas y conchas de moluscos. Son los restos de las playas gaditanas de hace 5 millones de años.
Cuando la roca queda al borde del mar, forma plataformas que se cubren y descubren con la marea. En ella se asientan multitud de organismos marinos, que consiguen así un lugar firme al que agarrarse ante el continuo embate de las olas.
A medida que se desarrolla la vegetación, las dunas van siendo fijadas y sus arenas dejan de ser arrastradas por el viento. Las plantaciones de pino piñonero realizadas a partir del siglo XIX en numerosos arenales de la Bahía de Cádiz adelantaron su jubilación natural.
Estos pinares costeros, a pesar de haber sido plantados por el ser humano, forman hoy día auténticos bosques, a cuya sombra habitan una gran diversidad de plantas y animales.
Las zonas interiores de marisma se colmatan y pierden poco a poco la influencia de la marea. En unos cientos de años se forman pastizales salinos. A medida que son lavados por la lluvia, las plantas de marisma van dejando sitio a otras que no soportan la alta salinidad.
Sobre estos pastizales salinos se forman con la lluvia lagunas temporales de agua dulce. En la primavera de años lluviosos florecen en ellas multitud de plantas acuáticas llamadas ranúnculos. Estas lagunas permiten a las aves acuáticas disponer de agua dulce, un bien muy escaso en el salino Parque Natural Bahía de Cádiz.
La historia del Parque Natural Bahía de Cádiz no ha hecho más que comenzar. La marea, el viento, las olas… seguirán jugando con él y dándole forma.
Los seres humanos hemos participado también en el modelado de este espacio desde que pusimos los pies en él. Ahora, tenemos un compromiso decidido con su conservación. Tú también puedes escribir parte de esta historia.
Al salir de la sala, sube la rampa y continúa visitando la exposición.