El Parque Natural Bahía de Cádiz es un espacio en continuo movimiento. El constante fluir del agua, del aire, de la materia viva o la energía, como si de una gran fábrica se tratara, lleva cada cosa allá donde hace falta para producir riqueza. Este incesante flujo es la clave de su elevada productividad.
En el bloque Flujos aprenderás que el continuo movimiento del agua, la energía y la materia viva es indispensable para la pervivencia del Parque Natural.
Fontanería vital
¿A qué elemento de las salinas se parece un grifo?
Al igual que los grifos, las compuertas de las salinas sirven para regular el paso de agua. Éstas son un elemento esencial para el aprovechamiento que tradicionalmente el ser humano ha hecho de la marisma, ya que las salinas y molinos de marea basan su funcionamiento en el control del flujo de agua entre diferentes compartimentos o depósitos.
Agua con energía
La marea es como un gran corazón que bombea agua de mar en un fluir lento y constante. Desde las grandes arterias a los pequeños capilares, el agua transporta oxígeno, nutrientes, organismos vivos o sedimentos, sosteniendo la vida de la marisma. Este dinamismo horizontal, inexistente en ambientes terrestres, hace de la marisma uno de los espacios más productivos de la naturaleza.
Con el reflujo de la marea, la marisma exporta materia orgánica y nutrientes a los fondos litorales vecinos. Los fondos de arena, dominantes en estas costas, son en general pobres y poco productivos. Por eso, los nutrientes que les aporta la marisma son de gran importancia para sostener la vida en ellos. El Parque Natural Bahía de Cádiz es un generoso donante.
Cuando la circulación de la marea se interrumpe, el agua de mar deja de alimentar la marisma. Con ello, las plantas, peces y habitantes del fango desaparecen en poco tiempo. Desgraciadamente, las interrupciones de los flujos de agua han sido frecuentes en la Bahía de Cádiz durante las últimas décadas. En unas ocasiones, la construcción de carreteras y viarios ha provocado el estrangulamiento de caños, reduciendo su capacidad de inundar la marisma. En otras ocasiones, los caños han sido interrumpidos premeditadamente para desecar sectores completos de marisma, con fines agrícolas o urbanísticos.
La interrupción de la circulación mareal ha permitido también al ser humano producir sal. Al fin y al cabo, las salinas son esencialmente un sistema para regular de manera artificial los flujos de agua, imponiendo ritmos de llenado y vaciado diferentes a los naturales. Mediante muros y compuertas, sectores de marisma se aíslan de la marea y se crea en ellos una circulación específica que favorece la evaporación.
La marisma es un fractal natural, es decir, su forma presenta una estructura que se repite a diferentes escalas. Los caños principales de la marisma se dividen en otros secundarios y éstos, a su vez, en otros menores, que se dividen sucesivamente en otros más pequeños. Es la geometría de la naturaleza. La misma que presentan los árboles, los ríos o nuestro sistema circulatorio. Es la forma que tiene la naturaleza de llevar cada cosa allá donde hace falta.
La luz del sol aporta la energía primordial para la vida en el planeta. Pero en el Parque Natural Bahía de Cádiz, la marea es también una importante fuente de energía. Ha construido el paisaje de la marisma, transporta los materiales necesarios para la vida en ella y pone en conexión a sus habitantes.
El ser humano aprendió también a usar la energía de las mareas: para alimentar de agua a la salina, para navegar por los caños y, mediante molinos de mar, para moler el grano de cereal.
Los molinos de mar aparecieron en la Bahía de Cádiz en el siglo XV y tuvieron su máximo esplendor en los siglos XVII y XVIII. Llegaron a existir 19 molinos de marea en la Bahía. Con la revolución industrial, su tecnología, basada en una fuente de energía limpia e inagotable, fue sustituyéndose por otras basadas en combustibles fósiles.
En la actualidad, la lucha contra el cambio climático, causado principalmente por el uso del petróleo, el carbón y el gas como combustibles, ha recuperado el interés por fuentes de energía limpia como la marea. Quizás, en un futuro cercano, veamos de nuevo en funcionamiento los molinos de marea de la Bahía de Cádiz.
Aíres de la Bahía
El viento, la marea y las olas modelan la arena de la playa, dándole multitud de formas diferentes según la intensidad de la corriente y el tamaño de los granos de arena. Sobre la playa seca y las dunas, el viento forma ondulaciones de arena rítmicas y regulares, que nos indican la dirección en la que ha soplado el viento en las últimas horas.
El viento forma ondas de arena perpendiculares a su dirección. Estas ondas tienen una pendiente más suave en la cara que da al viento o barlovento y una pendiente más abrupta en la cara opuesta al viento o sotavento.
El viento es una constante en el Parque Natural Bahía de Cádiz. El levante, viento del este, y el poniente, viento del oeste, son predominantes y condicionan la vida en él. El viento influye hasta en el estado de ánimo.
El levante es seco y cálido, con olor a tierra, pues viene de ella. Arrasa, quema y hasta puede volver loco cuando sopla con fuerza. Puede superar los 100 kilómetros por hora. Pero el levante también es la causa de que las salinas de la Bahía de Cádiz sean tan productivas, pues acelera extraordinariamente la evaporación de agua.
El poniente es húmedo y fresco, con olor al mar Atlántico del que proviene. Con poniente, esto es otra cosa. Es el viento más frecuente, pero no alcanza la fuerza del levante. Genera las olas que dan forma a las playas de la Bahía y arrastra después la arena acumulándola en cordones de dunas.
Hay que tener ciertas dotes para vivir donde el suelo se mueve bajo tus pies. Las plantas de las dunas son capaces de crecer a medida que se acumula la arena y evitan así ser enterradas. Su compleja red de raíces consigue frenar el movimiento de la duna.
El barrón es la principal planta fijadora de dunas en el Parque Natural. Es capaz de crecer a medida que se acumula la arena y evitar así ser enterrada. Su compleja red de raíces consigue frenar el movimiento de la duna, facilitando que otras plantas puedan instalarse.
La grama marina es capaz de asentarse en la zona alta de la playa, formando embriones de dunas. Allí el suelo es muy pobre, tan solo se abona con los restos de organismos marinos que deja varados la marea.
La lagartija colirroja en uno de los pocos animales vertebrados que habita en las dunas. Le encanta el calor de la arena y encuentra en ella escarabajos, hormigas y otros insectos de los que alimentarse.
El cardo marítimo puede asentarse donde la arena está siempre en movimiento. Soporta el azote constante del viento cargado de arena gracias a sus fuertes hojas y sus profundas raíces.
El gorgojo es un tipo de escarabajo que se alimenta de las plantas de las dunas. Puede permanecer completamente inmóvil durante horas, haciendo creer que está muerto.
Las libélulas se alimentan de mosquitos y otros insectos que encuentran entre la vegetación. Ponen sus huevos en charcas de agua dulce cercanas. Sus larvas, llamadas ninfas, pasan su vida en el agua antes de convertirse en adultos voladores.
La magia del fango
En el fango de la marisma ocurre verdadera magia, la magia de la vida. Los restos vegetales que produce la marisma son descompuestos por bacterias y sirven de alimento a crustáceos, moluscos y gusanos del fango. Estos pequeños animales son todo un tesoro que aves acuáticas, peces y algún que otro humano se encargarán de rescatar.
Las plantas son el alma de la marisma. A ellas se debe la alta productividad de los fangos. Con tanto sol y nutrientes, crecen sin parar. Además, su alto contenido en sal las hace poco apetecibles. Producen, por ello, gran cantidad de restos vegetales que van a parar al fango.
Los invertebrados de los fangos y caños del Parque Natural se alimentan principalmente de los abundantes restos vegetales que produce la marisma. En ellos se han encontrado tan sólo ochenta especies diferentes de invertebrados. Sin embargo, en apenas un metro cuadrado de fango se llegan a concentrar sesenta mil individuos que pesan en total alrededor de un kilo y medio. Estos son algunos de los más abundantes.
Los invertebrados del fango son el alimento principal de las aves limícolas. La extensión de los fangos y su abundancia en invertebrados explican la importancia del Parque Natural Bahía de Cádiz para las poblaciones de aves.
Los peces jóvenes se alimentan principalmente de larvas y pequeños invertebrados que flotan en el agua movidos por la marea. A medida que los peces crecen, sus capturas serán también de mayor tamaño. En la marisma encontrarán invertebrados adecuados a todas las bocas.
El marisqueo es una actividad tradicional en el Parque Natural, que debe compatibilizarse con la conservación de las poblaciones de invertebrados y aves. Las especies capturadas por los mariscadores se utilizan como apreciados cebos de pesca, principalmente las gusanas, o en platos típicos de la gastronomía gaditana, como moluscos bivalvos, camarones y cangrejos.
Con marea alta, los moluscos y gusanos que viven enterrados sacan sus sifones para alimentarse de partículas suspendidas en el agua. Los jóvenes peces pueden conseguir más y mejores presas. Aunque alguno puede acabar engullido por un charrancito.
En bajamar, moluscos y gusanos repliegan sus sifones y se cierran para conservar la humedad. Los cangrejos en cambio salen de tapas por el fango. Para las aves limícolas es el momento del gran banquete. Y los peces deben estar atentos a la marea para no quedarse en seco.
El cangrejo violinista, también llamado barrilete o boca, vive en madrigueras que excava en el fango. Se alimenta de bacterias y algas que obtiene raspando la superficie del terreno en bajamar. Los machos ejecutan una danza con su pinza mayor para llamar la atención de las hembras y ahuyentar a otros machos. Cuando algo les alerta, se esconden rápidamente en su madriguera o en la de algún enfadado vecino.